México, a 21 de mayo del 2010
Muy querido papa
No te pregunto como estas, tu visita de esta noche me confirma que estas contento, feliz inclusive. Me da mucho gusto, ¿sabes?
Ayer recibí el paquete del que me habías hablado en mis sueños ( ya ves, sí SE que me hablas y, ahora sí, te escucho luego, luego, ¡ja, ja!). Y pensé que tenía que contestarte rápido, a vuelta de correo, para decirte lo fuerte que me llegó.
Me siento un poco como el Amigo de tu canción, el que llegó a la guerra con unas brizna de hierba, unas fotos, y palabras de amor. Me dejaste cosas muy importantes, llenas de sentimientos.
Un dibujo que ha de ser del 76 o 77, unos poemas de adolescente… Sabias antes que yo que sería pintora y escritora, ¿verdad? Y fotos: las de mi boda, de cuando me “perdiste”, creo. Y luego las fotos que he estado buscando por todos lados para hacer un cuadro: ya las había trabajado pero de una manera un poco torpe y quería volver a empezar. A través del tiempo, me las das y puedo empezar la tarea.
También me pusiste mi horóscopo, el que tu amigo había interpretado… ¿Habrías adivinado en ese tiempo que justo ahora empezaría a estudiar astrología?… ¿Cómo sabias todo eso?
¿Por qué no dijiste nada? Retomo para mí un pasaje de la carta de Gabrielle, la que pusiste en el paquete. Habla de su propio padre y dice: “Hablaba poco de sus sentimientos profundos, pero con tal pudor que nosotros, niños, jamás nos habríamos atrevido a empujarlo a decirnos más. ¡Como lo siento! Habría ganado tanto al dejarse conocer.”
Me doy cuenta de que estas hojas que me dio mamá ayer son tu verdadera herencia: una explicación de tus razones, de tu vida, un camino a seguir, aunque, discretamente, nos dices que no necesitamos cargar-“TE”. Nos dejas libres de escoger, igual que siempre.
Sabes, tu visión de Dios es la mía. Estamos en completo acuerdo sobre los signos, las balizas como dices tú, que emplea para manifestarse. Y hablo con EL, siempre. Muy seguido por intermediario de Marcelle, tu mamá, y ahora por ti. Y es cierto, por lo menos de momento: tú y yo comunicamos mejor desde que estás muerto, papá.
Nos dejas también instrucciones para usar una lancha: no te preocupes, antes de subir a cualquiera a bordo me aseguraré de que sepa nadar y si no, le enseñaré. Y en cuanto a tu Biblia de a Bordo… Será para un Capitán de la familia, seguro encontraremos alguien correcto.
También me conservaste un resumen de una junta de padres y maestros, de mi segundo año de secundaria, creo. Y escribiste en margen “del agua mansa me cuida Dios, del agua brava me cuido yo”…. No soy agua mansa, papá. Lo que pasa es que me callo y observo.
También veo de donde viene esa idea tuya de ponernos a buscar las respuesta en lugar de dárnoslas… Ahí sí, chance te pasaste un poco, ¿no, papá?… Pero también hay que reconocer que así te enseño tu hermano a hacer las cosas, ¿no?
¿Que más te digo, papá?… ¿Que siento mucho que tan chico, hayas decidido tu vida? ¿Que esa obsesión tuya de tener “hijos varones contra viento y marea” como dices, ha de haber sido muy difícil de vivir para ti también? ¿Que siento mucho que nunca te hayas sentido en casa en ningún lugar? ¿Qué es una terrible lástima que tu “Casa de Capitán” nunca se haya construido?
O que siento tanto, como Gabrielle, a la que tanto quisiste, que no hayas sabido hablar de sentimientos…
No, no son reproches, solo añoranzas, por ti, que podrías haber sido más feliz, creo. Aunque definitivamente ese no haya sido tu objetivo…
Ay, papá… Tengo que decirte que comparto tu amor y devoción a la Virgen de la Espina; que también le hablo a ella y que me sacado de muchos apuros. Que sé que voy a seguir viéndote en mis sueños… Que ya completé tu ficha genealógica, no te preocupes, el trabajo continúa.
Que no necesitas preocuparte, que yo también, estoy bien.
Y termino mi carta como terminaste la tuya,
Con todo mi amor filial para ti,
Kenavo!
Guégué
PD: un Gouzigounik!